En cualquier sistema sanitario hay un conjunto de pacientes que padecen enfermedades crónicas que suponen un reto. A menudo carecen de acceso a una atención primaria fiable y utilizan los servicios de urgencias a un ritmo superior a la media, especialmente cuando la clínica más cercana puede estar a decenas de kilómetros. Por necesidad, la única forma en que estos pacientes acceden a la atención médica es buscando tratamiento en un departamento de emergencias.

Desgraciadamente, los traslados en ambulancia al 911 y las visitas a urgencias suponen una carga económica adicional para los pacientes, al tiempo que utilizan los limitados recursos de urgencias.